Pensando y pensando... y paseando.. y, sobre todo, mirando por las piedras de Úbeda se me ocurrió inventar historias ocultas, buscando entre las miles de imágenes maravillosas escondidas entre palacios, callejuelas y viejas iglesias.
Si te atreves a buscar...
ENIGMA 1: Los tres Hércules.
Localizar en un edificio religioso tres escenas con la figura de Hércules, en dos de ellas luchando. Decir qué otros personajes aparecen en ellas.
No hay arena ni olas, aunque sí, veintiocho conchas boca abajo y ocho hacia arriba, bordadas en un estandarte de piedra.
Decir el nombre del edificio cuya fachada se describe.
ENIGMA 3: El Calvario de Jesús.
La mirada de una Virgen medieval roza una extraña boda entre Jesús Gil y la Orden Dominica. Si avanzas en tu camino encuentras la calle del santo que vio las rosas de la infinita oración. Antes de llegar a la puerta cuyos números suman veintiséis, levanta la vista hacia el sur y verás el Calvario de Jesús.
Decir dónde se encuentra esta imagen (no se trata de un relieve en piedra) y decir el significado de todas las frases del texto.
ENIGMA 4: ¿Quién soy yo?
Cuando salgo de donde vivo,
saludo a mi quieto amigo.
Él, en su arte ensimismado,
ni me mira, ni hace halago.
Aunque a vosotros sí os veo,
transformados por un año de tragedias y alegrías.
¿Qué se oye?... ¿Un tintineo?
Entre rocas, me saludan las que velan*.
Junto a ellas: niños, cruces, calaveras
y entre medias, quizás la corona que dijeran
de algún Virrey de otras tierras.
Decidme quién soy yo y quien es mi amigo.
Y decid de igual manera,
dónde se halla la corona
que unida esta a una piedra.
Hay que responder a las preguntas finales del enigma y decir qué signifivan todas las frases que ayudan a deducir la solución. ( *las que velan, ya hoy no están en Úbeda).
La corona que se busca es ésta:
ENIGMA 5: La muerte espera.
Mírome en espejo que tiembla ante mí,
Y tiemblan las manos de los que huelgan aquí.
A la derecha, la madre de flor pura
Y a la izquierda, quien nos salva y cura.
Así puesto y frente a mí, la vía que vi,
Que entre fe y ley avanza, y por ella al cabo alcanza
La vista a la muerte ver,
Si contamos tantos pasos como aquí puedas leer:
Ciento más treinta, entre espejo y muerte cuenta.
Localizar la imagen de la muerte, representada en esqueleto de cuerpo entero y llevando una gran guadaña. En torno a ella se pueden apreciar varias inscripciones ilegibles. Hay que fijarse bien , pues la figura está muy desgastada. Podría designar un lugar de enterramiento o un símbolo de lo efímero de la vida, relacionado con el carácter del edificio al que pertenece. Un fragmento de la figura que encontrarás es éste:
Enigma 6: El fuego eterno
Hay dos llamas que no queman .
Son antorchas que no cesan.
Es arder que no calienta, ni aún el viento las ahuyenta.
Del puzle nos faltan piezas, solitarias allá quedan .
Del artista procedieron y en un lienzo las pusieron.
Mas , no en lino , sino piedra, de la casa de un señor,
poderoso y servidor del mismo Rey español.
Búscalas y no te pierdas , que es la tabla esta fachada,
con sus filas y columnas, si te ayudo, ya no dudas.
Columnas tercera y quinta, segunda fila es la guinda
de este enigma singular, de piedra fuego y pintar.
Localizar las imágenes de dos llamas ardientes en un edificio ubetense. No son talladas en piedra.
ENIGMA 7: Los cinco hermanos
Catalina vivía en Úbeda junto al convento de la Merced. Era madre de cinco hijos y viuda desde poco después de nacer el menor de ellos. Mujer muy religiosa, no perdía la ocasión de escaparse a rezar a la Virgen de la Soledad, que pillaba a dos pasos de su humilde casa e, igualmente, había inculcado a sus niños esta costumbre.
Al morir su marido, aplastado por una gran piedra en las interminables obras de la nueva capilla del caballero Don Francisco Cobos, se vio obligada a buscar alguna manera de mantener a sus hijos. Se acordó de unas viejas recetas que su abuela había dejado al morir, y que debían andar perdidas por algún rincón de la casa. Aquellas hojas contenían dibujos misteriosos y escritos sobre remedios naturales para todo tipo de males y enfermedades. Las encontró en el fondo de un baúl, se puso a estudiarlas con verdadera curiosidad y, pronto, comenzó a ofrecer sus servicios a todos los vecinos. Avanzados los días, ya media Úbeda había oído hablar de ella y de sus remedios, al mismo tiempo que crecían, a su pesar, ciertos rumores que la tachaban de bruja y hechicera.
A la viuda, el parto de su tercer hijo le había dejado en herencia unos dolores a los que ella no había prestado demasiada atención, pero que ahora iban cobrando cada vez más protagonismo, hasta el punto de tener que pasarse días completos postrada en la cama; ni sus propios potingues, ni los doctores que la habían visitado podían con aquel mal que avanzaba sin freno.
Pasado el tiempo, con Catalina muy debilitada, y siendo una noche de difuntos, sucedió lo que se narra a continuación:
Avanzada la madrugada, Catalina se despierta de pronto porque cree oír un susurro. Se incorpora en el lecho lo que puede y sintiendo un frío inusual, contempla como surge de la oscuridad más absoluta de su habitación la figura de un extraño personaje. Va vestido con una túnica larga y oscura, un rarísimo sombrero y agarra con fuerza en su mano derecha un precioso bastón de marfil. Ella , frotándose los ojos, lo mira de arriba a abajo y se da cuenta de que la figura parece flotar en el aire. Antes de que la enferma tuviera tiempo de reaccionar, el visitante comienza a hablar pausadamente:
- Catalina, se acerca tu hora... pero si confías en mí , yo puedo hacer que vivas por el plazo de tres años justos , ni un día más , ni un segundo menos. Vivirías sana, con bienes suficientes para no pasar hambre y en compañía de tus cinco hijos. ...Eso sí, a cambio debes entregarme el alma del más pequeño de ellos. Cuando acontezca su muerte , yo me encargaré de él.
Ella, con el rostro desencajado y muy indignada le contesta:
- ¡Te conozco y te maldigo una y mil veces!. Y te digo que me niego en rotundo a lo que me pides. Deja a mis hijos en paz y vete de aquí por dónde has venido. Es más , te digo que si mi hora ha llegado, lo acepto. Incluso ahora mismo te juro que pediría al mismo Dios con todas mis fuerzas, morir en este instante en favor de que mis hijos vivieran muchos , muchísimos años... ¡Aléjate de ellos!
El hombre de rostro pálido y visiblemente enfurecido, gritó:
- Yo mismo llevaré tu estúpida petición a ese que dices... Te prometo que tus hijos te sobrevivirán por años sin término. ¡Me encargaré personalmente!
Y, dicho esto , su figura se convirtió en una mancha roja como el fuego, que quedó suspendida en centro de la habitación, desvaneciéndose lentamente, al mismo tiempo que Catalina moría sin remedio.
Tras la muerte de la madre, los cinco hermanos se vieron obligados a pedir ayuda y trabajo a sus convecinos, sin éxito alguno, pues nadie podía, ni quería, hacerse cargo de aquella pandilla de chavales desarrapados.
Corrían los meses y la situación era insostenible; pasaban hambre, frío y la convivencia entre ellos se resentía.
Una buena noche comenzaron a discutir y a pelear porque uno de ellos había robado una codorniz en el mercado y ésta no daba para calmar el hambre de los cinco. El mayor , Alonso, intentaba poner orden, al mismo tiempo que buscaba en su cabeza, ya desesperado, alguna manera de salir de aquella situación. Pensó en buscar trabajo en alguno de los palacios de la ciudad en los que a menudo requerían mozos sirvientes, que dicho sea de paso , era un trabajo desagradecido, mal pagado y en el que te echaban por cualquier detalle que no agradara a los señores de la casa. A la mañana siguiente Alonso salió temprano, recorrió varias casas y , por fin, en una de ellas lo admitieron. Tras él , sus hermanos lo intentaron también . Poco a poco todos fueron encontrando trabajo aquí y allá. En menos de un año , los cinco trabajaban , y curiosamente, todos en casas de mucho postín, al servicio de señores importantes de la ciudad.
El hermano mayor, Alonso, trabajaba en un gran palacio como sirviente de un señor para el que hacía todo tipo de tareas domésticas. En el poco tiempo que le dejaban para descansar cada día, le gustaba ir al mercado, y , de camino, tenía la costumbre de pasar por una iglesia que había muy cerca del palacio para rezar unos minutos acordándose de su madre. El día que llevaba mucha prisa, ni siquiera entraba en el templo, pero, eso sí, delante de la puerta alzaba la mirada y rezaba rápido al santo pequeño de piedra que había sobre el arco. Él no sabía ni siquiera de qué santo se trataba, pero al mirarlo le llamaba la atención que llevaba una pequeñita iglesia en la mano y un niño a sus pies, que como él, parecía también rezarle.
El segundo , Juan, trabajaba también para un señor muy principal de Úbeda y, como sirviente, atendía a las muchas visitas de elegantes señores que acudían al palacio por muy distintos motivos. Todos , decía él, con cara de serios. Continuamente repetía: "Aquí no viene más que gente con problemas para protestarle a mi señor".
Cuando Juan se dirigía al gran portón para abrir a estos personajes , tenía que cruzar un bello patio de arcos y, siempre que pasaba, le gustaba recrearse en un medallón que había allí esculpido con el busto de una dama bellísima, de cuyo cuello colgaba una joya finamente tallada también en la misma piedra. Y mirándola embobado, se preguntaba como el escultor se atrevió a mostrar uno de los pechos de esta dama al aire, a la vista de todos, y más, en una casa tan y estricta y religiosa como esa.
No muy lejos de allí, el derrumbe parcial de otra casa señorial, hizo que los dueños , de rancio abolengo, tuvieran que contratar urgentemente a un equipo de albañiles para repararla. Especialmente les urgía reparar la bonita fachada, que había quedado bastante dañada en algunos de sus elegantes adornos. A Andrés, que tenía algunos conocimientos de cantero aprendidos de observar a su propio padre, no le costó nada encontrar allí trabajo.
Cuando el maestro cantero observó la facilidad y precisión con la que Andrés usaba el cincel, se acercó y le dijo:
- Deja el trabajo de los sillares para otros y termina de tallar aquellas puntas de diamante. Fíjate bien, porque hay que completar el friso que pasa por debajo del balcón, hasta el final.
Cuando terminaron las obras el palacio quedó como nuevo, siendo la admiración de todo el que pasaba delante de él, y Andrés, por su buen hacer, fue recompensado, quedándose allí a trabajar contratado por los señores como asistente de mantenimiento. Allí reparaba los desperfectos que el paso del tiempo iba dejando en aquella interminable mansión.
Al quedar el puesto vacante por defunción, Francisco fue contratado como jardinero. Los criados afirmaban que los señores apenas si aparecían por aquel impresionante palacio, o que estaban en El Escorial, e incluso, alguno aseguraba que el dueño había muerto.
En los largos ratos que Francisco pasaba solo en aquel tranquilo jardín trasero, cortando cuatro hojas que crecían más de la cuenta, pensaba:
- Hay algo en esta casa que no me cuadra; no les he visto aún la cara a los dueños, todo está lleno de antipáticos guardias que no me dejan pasar nada más que al jardín y al patio y , desde ayer, oigo como cantos de iglesia... monjas parecen.
Y pensaba siempre al final:
- Al menos, pagan bien.
A Tomás, el más pequeño , le daba miedo cuando tenía que entrar todas las noches a servir a los señores, porque sobre la puerta de la casa había dos animales de piedra, semejantes a perros o monos, que decía que le miraban. Las sombras de estas dos figuras se movían nerviosas a la luz de las antorchas de llamas agitadas que flanqueaban la puerta, al tiempo que aquellos animales parecían cobrar vida. Él deseaba que le abrieran pronto la puerta para perderlos de vista.
Su trabajo consistía en cuidar toda la noche de un anciano que era el padre del señor de la casa. En las múltiples conversaciones que mantenía con él , eso sí , cuando no se pasaba toda la noche quejándose, Tomás insistía en preguntarle, sin éxito, porqué había en la fachada del palacio un gran escudo totalmente borrado y liso. El anciano siempre esquivaba la pregunta y decía que era un capítulo muy doloroso en la historia de la familia, y, enfadado, le pedía que no insistiera más.
Pasados largos años de salud, felicidad y familia para todos y cada uno de los cinco hermanos , fue llegando también para ellos el momento fatal de la muerte y , tal y como prometió aquel fantasmagórico visitante de Catalina, aún se quedarían por mucho más tiempo entre nosotros. Pero esta vez, y como si de una inquietante maldición se tratara , atrapados sus rostros entre las miles de figuras talladas en la piedra, que adornan metros y metros de fachadas palaciegas de la vieja Úbeda. Los rostros de estos cinco hermanos, extraños y retorcidos , que parecen haber sido tallados por el mismo diablo, rabioso de no haber podido conseguir ninguna de sus almas, siguen ahí delante de tus ojos, para que los encuentres...
Dime en qué edificios se encuentran los rostros petrificados de los cinco hermanos. Encuéntralos y dime el lugar exacto en el que se pueden ver las caras de Alonso, Juan, Andrés, Francisco y Tomás. En la historia de cada uno puedes encontrar algunas pistas de los distintos lugares. (Las cinco caras misteriosas se encuentran a la vista del paseante y siempre en el exterior de los edificios)
ENIGMA 8: Los dos infantes.
Discuten dos infantes en la entrada sagrada:
- Soy amor, yo te repito.
-No eres tú, pues lo es mi Dios:
el de la Biblia, el que clama
amor y sin condición.
-No conozco a quién tú llamas
amor, ya sin más mención.
Que yo provoco en los hombres
angustias sin compasión.
Con flechas mato certero
a quién se cruza ante mí
y de Apolo conseguí,
embaucada su razón,
que a la pobre Dafne amase
sin posible remisión.
- Pero ¡para! y míranos:
quién nos puso en esta piedra
fue en honor del que es mi Dios,
que en amor vertió su todo
y a la muerte aniquiló.
Tú a tus flechas,
que yo a mis alas.
No me quieras convencer
de tus dioses la verdad,
que este templo es para gloria
de Cristo y la eternidad.
Junto a ellos, una Virgen
que mira un poco hacia atrás
porque otro alado le dice
que prepare algún pañal.
¿Dónde están estos infantes
que discurren sin cesar,
juntos sin mucho remedio
en el arco de un portal?
Es la clave de este enigma...
...la misma que encontrarás.
Encontrar a los dos infantes juntos (en la misma pieza arquitectónica) y decir quiénes son. Encontrar el edificio y la ubicación exacta de éstos.
Sus rostros te ayudarán a localizarlos:
ENIGMA 9: Las esferas celestes.
Hay 3 esferas ahí arriba de diferente procedencia y de significado incierto. Ayúdame a descifrar qué son:
La 1ª es vegetal, está en mano de uno acompañado de iguales y junto a una muy bella mujer.
La 2ª despide un extraño juego de fuegos y el nombre de su sitio, de todos, el más castizo.
La 3ª, mil veces me pregunté qué es, porque su dueño intimida con otros objetos que agarra con fuerza.
Te ayudo con más de media esfera de cada:
Decir en qué lugares exactos de qué edificios se pueden divisar la 1ª, 2ª y 3ª esfera.
ENIGMA 10: El alguacil
- ¿Hay alguien? ...Alguacil, ¡¡deprisa!!
- Señora, ¿algún problema?
- Sí, es que he encontrado un objeto en un lugar .... no sé, no sé...
- Señora , ¿en dónde dice?
- Lo vi esta mañana, y no sé qué es. Seguro que alguien lo ha extraviado... Es por si preguntan por él.
- ¡ Pero bueno! , vamos a ver. ¿ Se quiere usted explicar?, que me está poniendo nervioso. ¿Qué es exactamente ?
- ¡Ay!, y yo que sé .... pues un juguete o un juego de campanillas para la cuna de un niño. .....o un instrumento musical. A mí no me pregunte que yo sólo lo he visto y vengo a decírselo a usted. ... Y me voy ya , que llego tarde a los Dolores. Que ya habrán empezado y no me gusta perdérmelos. ¡Adiós!
- Pero , ¡oiga!... Habrase visto mujer más rara.
Se queda pensativo el alguacil, mientras clava sus ojos en aquel objeto , recorriéndolo detalle a detalle y dice:
- Pero, ¿qué demonios es esto?.....
Describir el lugar exacto en el que la señora con prisas encontró el extraño objeto.
ENIGMA 11: Los cuatro faunos
Agosto de 1573.
Los cuatro faunos, como acostumbraban, iban gastándose bromas, jugando y trotando por la laderas que circundaban a la ciudad de los cerros. Al atardecer, cansados, deciden acercarse a Úbeda para robar algo de comida. Mientras caminan, conversan del modo siguiente:
Uno de ellos:
- ¿Os habéis fijado en la cantidad de obras que hay últimamente en Úbeda?
Le responde otro:
- Sí , me encanta subirme a los andamios y saltar entre ellos. ¿A vosotros no?
Un tercero:
-Sí, a mí también . ¿Habéis visto el edificio nuevo?. ¡Mirad!, ya se ve desde aquí.
Otro pregunta intrigado:
- ¿Cuál?, ¿el de las grúas grandes?
Le responden:
- Sí , ¿por qué no vamos ahora? , ya se habrán ido los albañiles. Dentro de poco será de noche.
Al oír esto, uno de ellos se adelanta y sale corriendo mientras grita:
- ¡Tonto el último!..
Corren todos en estampida como alma que lleva el diablo y, una vez allí , saltan una gran tapia, apoyándose en los montones de piedras que andan apilados junto a ella.
Curiosean un buen rato por todo el recinto entre vigas de madera montones de piedras , cimbras, arena y un sinfín de cachivaches, hasta que el relativo silencio es roto por un sonoro ¡ay! de alguien que tropieza con una de las campanas que descansan en el suelo.
Todos preguntan casi a coro:
- ¿Qué pasa?
Responde uno de ellos:
- Que me he dado ,... ¿qué es esto? , ¿una campana?, ¿ y qué hace en el suelo?
Le responden:
-Tendrán que subirla ahí arriba con aquella grúa, la de polea grande.
Otro de ellos se fija en unas piedras talladas acostadas desordenadamente en el suelo:
- Y, ¿estas piedras?. Se han equivocado, están torcidas, je je...
Otro le increpa:
- Pero, ¡qué bruto eres!, son para los arcos.
De pronto se fijan en una parte del edificio que parece estar ya terminada, y que se asemeja a una gran casa o habitación aislada y sobresaliente del resto . Ya casi a oscuras por la proximidad de la noche, se acercan con curiosidad y pasan al interior. Allí descubren una gran masa de andamios que se eleva ante ellos, impidiendo la visión de las paredes de aquella amplia estancia.
Todos , sin dudarlo, se encaraman rápidamente, agarrándose como pueden, hasta llegar a arriba del todo. Allí, en la última plataforma, compuesta por viejas y polvorientas tablas, descubren una serie de objetos que observan con atención. Hay candiles, velas, pinturas, platos con mezclas de colores y pinceles.
Dice uno de ellos:
- ¡Mirad, cuántos colores!. Parece que están pintando algo.
Aunque apenas sin luz, otro descubre sobre su cabeza un par de figuras que hay ya empezadas y exclama:
- ¡Sí, es cierto , están pintando! .... Parece como alguien tocando un órgano de tubos.... y más allá hay otra figura que está sólo esbozada. Es una mujer y unas letras.
Otro pregunta con avidez:
- ¿Qué pone?
Le responde el primero con voz pausada:
- No sé qué,... Á - gue - da y lleva una bandeja en las mano con dos.... Ahgg!, ¡qué asco!.
El andamio maltrecho y viejo no aguanta tanto tiempo el peso de los corpulentos visitantes y comienza a temblar , al tiempo que cruje de forma alarmante. Las finas tablas sobre las que trabaja el pintor desconocido ceden y se parten bajo las pezuñas de los faunos. Cuando se dan cuenta, ya es tarde y caen estrepitosamente al vacío.
Desesperados intentan agarrarse unos a otros con fuerza, mientras caen cabeza abajo por interminables metros hacia el suelo.
Dejamos exactamente aquí la escena, para buscarlos. En alguna parte del edificio en el que curioseaban los faunos quedaron perpetuadas sus figuras. Busca el edificio y el lugar exacto en el que están los 4 faunos cayendo boca abajo , con cara de pavor, aterrados por el fuerte golpe que les espera.
Aunque están invertidos los colores, te dejo aquí el rostro de uno de ellos , por si te sirve de ayuda:
Enigmas de la Úbeda Antigua por Manuel García Villacañas.